1 nov 2007

Vocación

-No es el odio, es la indiferencia- Gritaste algo ofuscada.

-Cierto, por desgracia es la indiferencia- Respondí, como si se tratase de una verdad evidente por si misma, pero difícil de aceptar de buenas a primera.

-La puta indiferencia…- Tu voz se quebró, florecieron lagrimas en tu rostro, anunciando el advenimiento de una oscura primavera en los rincones de tu subjetividad.

-Tranquila- Trate de calmarte, trate de salir de mi asombro. Te abrasé, te acaricié, besé tus lágrimas. Pero todo era inútil, la tristeza desencajaba tu rostro y proliferaba como un cáncer sobre tus facciones

-Lo siento, es que a veces lloró sin razón aparente-

Desde entonces mi obsesión fue tratar de comprenderte, sin entender que lo último que necesitabas era una explicación. En ese momento comenzó el final, pero incluso ahora, que todo ha terminado, sigo obsesionado buscando una razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario