Sentado en un bar, los sentidos alterados, música de fondo, preguntándose que es lo que debe preguntar. Mira hacia la calle, los transeúntes se esfuman tras el vidrio, mientras fuma un cigarro. Se sabe observada, pero ya no siente la misma satisfacción de antes, ya no le importa el ser deseada. Se aburre, apenas escucha las anécdotas que se hilan solo para entretenerla. Sonríe, seguro de si mismo, seguro de que esta noche va a dar un paso más allá. Habla sobre su trabajo, sus amigos, sus viajes y sus éxitos, intercalando cada tanto algún chiste para hacerla sonreír. Piensa en lo que dejo atrás, en todas las mañanas en las que ha despertado sola, en aquella sonrisa que dejo caer. Apenas escucha, apenas se molesta en devolverle una mueca, esta lejos, donde nadie la puede alcanzar. Algo anda mal, las manos empiezan a sudar, su voz tiembla y ya no sabe como llamar su atención. La ansiedad aumenta, la frustración también. Unas palabras desatinadas y todo se desencadena. Se levanta, camina hacia la puerta y luego se esfuma al igual que los demás. Ni siquiera dijo adiós piensa, mientras deja escapar un lagrima. Apaga su cigarro y pide un trago, uno más y el tercero para rematar. Después al baño a vomitar, a llorar, a sentirse una basura y darse cabezazos contra la pared. Grita, aparecen unos tipos, le piden que se vaya, obedece de mala gana echando algunas puteadas. Llega a su casa, cierra la puerta y tras de ella se deja caer. Llora, sabe que nadie va a venir a consolarla, lo sabe pero así todo lo desea. No sabe como llego a su casa, no lo recuerda, susurra we are one but not the same, a la mierda we were one…Abrió la puerta y se dejo caer, se queda dormido. Despierta solo. Despierta sola. Las imágenes se suceden sin coherencia en un intento por rememorar. Suena el teléfono, pero no se molesta en contestar. Llama para pedir perdón, nadie contesta. Las campanas de la iglesia suenan a lo lejos, en el mismo instante en que arrojaba un anillo por el W.C. Tira la cadena mientras repite aquellas palabras desatinadas. Varios años después, encontraría el anillo atascado dentro de una cañería tapada y al momento de reconocerlo supo que debía divorciarse. Unos meses después del divorcio se volverían a encontrar, uno llevaba a sus tres crios y el otro as u cónyuge. Se miraron a los ojos, pero no se dijeron nada. Cuando esto ya no nos duela saldrían a comer mariscos, se habían prometido en la antesala de aquel fin. Pero nos sigue doliendo y habíamos olvidado que los mariscos son afrodisíacos. Pensó en su esposa y en todos aquellos años en que trato junto a ella olvidar esos labios prohibidos. De los arrepentidos será el cielo, pero arrepentida vivía en el infierno. ¿Cómo olvidar? ¿Cómo recordar? ¿Cómo no saltar a sus brazos y besarla? ¿Como no decirle que todavía lo quiero? Esa misma noche se fue de la casa, sin avisarle a nadie y sin despedidas. Sus hijos nunca comprendieron sus motivos, terminaron por odiarla y pagando un largo tratamiento de psicoterapia. Uno se suicido y el otro lamentablemente vivió hasta muy viejo. La busco por todas partes, pregunto a toda clase de personas por su paradero, pero no la encontró en ninguna parte. Cuando no se buscaban había sido tan fácil encontrarse. Aquel instante en que dijo no a su propuesta matrimonial los condeno a la soledad de por vida. Por casualidad ambos pasaron sus últimos años en el mismo asilo de ancianos, sin embargo, fueron incapaces de reconocerse y por tanto incapaces de amarse. Las arrugas no juegan a los bolos.
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